Según los viejos sabios de la región colombiana del Chocó, Adán y Eva eran negros, y negros eran sus hijos Caín y Abel. Cuando Caín mató a su hermano de un garrotazo, tronaron las iras de Dios. Ante las furias del Señor, el asesino palideció de culpa y miedo y tanto palideció que blanco quedó hasta el fin de sus días. Los blancos somos, todos, hijos de Caín.
Extraído de: "Patas arriba" de Eduardo Galeano
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