miércoles, 31 de diciembre de 2008

lunes, 29 de diciembre de 2008

Infancia

En la chacra de unos tíos de mi mamá, en Gral Alvear (Mendoza), sentada entre mis dos primos: Hortensia y Carlos Hugo, mi papá en el pescante, mi mamá con un vestido a cuadros (tenía 25 años!), mis tías Marietín y Angelita.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Elie Wiesel

Elie Wiesel cumplió 80 años en 2008.
El autor de Noche , su memoria de la tragedia nazi -de la que no salieron con vida su padre, su madre y la menor de sus tres hermanas-, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1986.

Después de tantos años de testimonio y ocho décadas de una vida muy peculiar a cuestas, ¿hay algún asunto en particular que hoy concentre más su atención?
-Que haya tanta violencia en el mundo, tanta injusticia. Pero también algo que la gente tiende a olvidar, y es el hambre. Hambre en el mundo. Hambre para millones de personas. El hambre es para mí como una maldición bíblica. Yo defino lo que ocurre como "la vergüenza del hambre", porque la gente que tiene hambre se suele avergonzar de eso. Pero no estamos haciendo lo suficiente para remediarlo.
-¿Qué otros asuntos lo inquietan?
-No puedo entender cómo es posible que el mundo le haya permitido a Rusia invadir y oprimir al pueblo de Georgia. O la tragedia que continúa ocurriendo en Darfur. Hay demasiado en juego en el mundo como para permanecer indiferentes. Hay demasiado para sentirnos culpables si no reaccionamos.
-Dada su experiencia de los últimos 60 años, ¿cómo combate esa indiferencia general y constante?
(Suspira) -Se trata de buscar un despertar moral. Lograr que el otro piense que, si un tercero sufre, de algún modo nosotros no estaremos completos. Que nos debemos a aquellos que sufren y que no podemos ser cómplices de una injusticia. Esa es la forma; más bien, no hay otra forma más que esa. La indiferencia, para mí, no es sólo un pecado. Es un castigo. Una persona que es indiferente a otra que sufre, es también indiferente a su propio dolor.
Está incompleto.


Entrevista para La Nación.
Leer más:

sábado, 27 de diciembre de 2008

Pollo a la naranja


1 pollo cortado en presas
3 cebollas grandes
1 morrón rojo
4 zanahorias
6 tomatitos cherry
5 ó 6 naranjas de jugo
1 cucharadita de Maizena (opcional)
Sal y pimienta


Salpimentar y sellar las presas en una olla grande con un poquito de aceite. Sacarlas y dejarlas aparte.
En la misma olla hacer un colchón con las cebollas cortadas, las zanahorias y el morrón en juliana y los tomatitos. Poner las presas sobre el colchón y cocinar, echándole el jugo de las naranjas. Disolver en el jugo la Maizena para espesar la salsa (sólo si está muy líquida). Si es necesario, usar el jugo de otra naranja o un chorrito de agua y agregar sal y pimienta. Lo ideal es que quede levemente caramelizado.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Joan Miró


Joan Miró
(Barcelona, 20 de abril de 1893 — Palma de Mallorca, 25 de diciembre de 1983)
Pintor, escultor, grabador y ceramista español.

Harold Pinter


El premio nobel de Literatura Harold Pinter, uno de los dramaturgos británicos más importantes, murió esta Nochebuena a los 78 años
Escribió 32 obras teatrales, además de guiones para radio y televisión. Hizo los libretos de "La amante del teniente francés" , de Karel Reisz (1981), y de "El sirviente" (1963) y "El mensajero del amor"(1970), ambas de Joseph Losey.
En 2005, Pinter recibía el premio Nobel.
Atacó con vehemencia la política en Irak del presidente estadounidense, George W. Bush, y del ex primer ministro británico Tony Blair, al que calificaba de "criminal de guerra".
Además, Pinter protestó contra el bombardeo de Serbia por parte de la OTAN y defendió los derechos de los kurdos.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Tita Merello

Tita Merello (11 de octubre de 1904- 24 de diciembre de 2002)

Tita

Se terminó la estufa de vivir en yanta,
ya era hora de tomarse el piro
cuando por fin el último suspiro
puso las cosas en su lugar ... y basta.

Y el mundo material ya se ha finito,
no hay lágrima, ni llanto, ni tristeza,
es que nos queda un toco de grandeza
de esa mistura de talento y mito.

Buenos Aires que no es gila, te hizo suya
porque sos hija de su misma entraña,
por tu andar de fabriquera por Pompeya,
por tu decir arrabalero por Chiclana.

Por tu pinta de hembra bien porteña
que no tembló jamás, porque eras macha,
porque nunca tuviste pelos en la lengua,
ni bajaste el tono ante el rocho ni la cana.

Y bueno, hermana Tita...,
yo no quería hacer triste la cantada,
simplemente decirte chau, hasta otro día,
pero al fin quedé pagando
porque tengo una lágrima en los ojos
y un nudo de zorzal en la garganta.

Letra: Tito Reyes
Poema lunfardo dedicado a Tita Merello.


Francisco Canaro & Tita Merello
"Se dice de mí"


lunes, 22 de diciembre de 2008

Gregoire y Goodall


El chimpancé más anciano de Africa murió a los 66 años en el hogar para monos creado en el Congo por la bióloga investigadora Jane Goodall.
Gregoire se había convertido en los últimos años en una figura símbolo de la protección de los animales en Africa. Los chimpancés en cautiverio suelen vivir más que en libertad, pero raramente superan los 60 años.
El animal pasó 40 años sin ver el sol en una estrecha jaula de un zoológico en la ciudad de Brazzaville, antes de que Goodall, de 74 años, lo descubriera allí.
Durante la guerra civil en 1997, la investigadora llevó al mono al orfanato para chimpancés en Chimpunga, en el antiguo Zaire.


jueves, 11 de diciembre de 2008

Día Nacional del Tango


Carlos Gardel (11 de diciembre de 1890- 24 de junio de 1935)
Dibujos de Hermenegildo Sábat



Cuesta abajo
1934 (Gardel y Le Pera)

miércoles, 10 de diciembre de 2008

25 años de democracia...

Alfonsín asumiendo el 10 de diciembre de 1983.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Olga Orozco


Si me puedes mirar

Madre: es tu desamparada criatura quien te llama,
quien derriba la noche con un grito y la tira a tus pies como un telón caído
para que no te quedes allí, del otro lado,
donde tan sólo alcanzas con tus manos de ciega a descifrarme en
[medio de un muro de fantasmas hechos de arcilla ciega.
Madre: tampoco yo te veo,
porque ahora te cubren las sombras congeladas del menor tiempo y
[la mayor distancia,
y yo no sé buscarte,
acaso porque no supe aprender a perderte.
Pero aquí estoy, sobre mi pedestal partido por el rayo,
vuelta estatua de arena,
puñado de cenizas para que tú me inscribas la señal,
los signos con que habremos de volver a entendernos.
Aquí estoy, con los pies enredados por las raíces de mi sangre en duelo,
sin poder avanzar.
Búscame entonces tú, en medio de este bosque alucinado
donde cada crujido es tu lamento,
donde cada aleteo es un reclamo de exilio que no entiendo,
donde cada cristal de nieve es un fragmento de tu eternidad,
y cada resplandor, la lámpara que enciendes para que no me pierda
[entre las galerías de este mundo.
Y todo se confunde.
Y tu vida y tu muerte se mezclan con las mías como las máscaras de las pesadillas.

Y no sé dónde estás.
En vano te invoco en nombre del amor, de la piedad o del perdón,
como quien acaricia un talismán,
una piedra que encierra esa gota de sangre coagulada capaz de
[revivir en el más imposible de los sueños.
Nada. Solamente una garra de atroces pesadumbres que descorre la
[tela de otros años
descubriendo una mesa donde partes el pan de cada día,
un cuarto donde alisas con manos de paciencia esos pliegues que
[graban en mi alma la fiebre y el terror,
un salón que de pronto se embellece para la ceremonia de mirarte pasar
rodeada por un halo de orgullosa ternura,
un lecho donde vuelves de la muerte sólo por no dolernos demasiado.
No. Yo no quiero mirar.
No quiero aprender otra vez el nombre de la dicha en el momento
[mismo en que roen su rostro los enormes agujeros,
ni sentir que tu cuerpo detiene una vez más esa desesperada marea que lo lleva,
una vez más aún,
para envolverme como para siempre en consuelo y adiós.
No quiero oír el ruido del cristal trizándose,
ni los perros que aúllan a las vendas sombrías,
ni ver cómo no estás.
Madre, madre, ¿quién separa tu sangre de la mía?,
¿qué es eso que se rompe como una cuerda tensa golpeando las entrañas?,
¿qué gran planeta aciago deja caer su sombra sobre todos los años de mi vida?
¡Oh, Dios! Tú eras cuanto sabía de ese olvidado país de donde vine,
eras como el amparo de la lejanía,
como un latido en las tinieblas.
¿Dónde buscar ahora la llave sepultada de mis días?
¿A quién interrogar por el indescifrable misterio de mis huesos?
¿Quién me oirá si no me oyes?
Y nadie me responde. Y tengo miedo.
Los mismos miedos a lo largo de treinta años.
Porque día tras día alguien que se enmascara juega en mí a las
[alucinaciones y a la muerte.
Yo camino a su lado y empujo con su mano esa última puerta,
esa que no logró cerrar mi nacimiento
y que guardo yo misma vestida con un traje de centinela funerario.
¿Sabes? He llegado muy lejos esta vez.
Pero en el coro de voces que resuenan como un mar sepultado
no está esa voz de hoja sombría desgarrada siempre por el amor o por la cólera;
en esas procesiones que se encienden de pronto como bujías instantáneas
no veo iluminarse ese color de espuma dorada por el sol;
no hay ninguna ráfaga que haga arder mis ojos con tu olor a resina;
ningún calor me envuelve con esa compasión que infundiste a mis huesos.
Entonces, ¿dónde estás?, ¿quién te impide venir?
Yo sé que si pudieras acariciarías mi cabeza de huérfana.
Y sin embargo sé también que no puedes seguir siendo tú sola,
alguien que persevera en su propia memoria,
la embalsamada a cuyo alrededor giran como los cuervos unos
[pobres jirones de luto que alimenta.
Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar cuando te llamo,
sin duda en algún lado organizas de nuevo la familia,
o me ordenas las sombras,
o cortas esos ramos de escarcha que bordan tu regazo para dejarlos a
[mi lado cualquier día,
o tratas de coser con un hilo infinito la gran lastimadura de mi corazón.

Olga Orozco
(1920-1999)

viernes, 5 de diciembre de 2008

Fantasmas en el parque II


Si los pastos conversaran, dice el tango. Canta la hierba, escribió T. S. Eliot. Puede que suceda en el campo, pero aquí en esta triste plaza urbana, por suerte callan. ¿De qué charlarían los pastos? No nos riegan, nos marchitan los perros, nos comen las hormigas, vos estás más alto que yo, pero vos más sanito, etc. Cuánta conversación nos evitamos. Imaginen una discusión entre pasto y pasto, qué pesadilla. Los árboles sí suelen murmurar y yo, que saco a pasear a mis fantasmas, a veces confundo esos rumores con otros recónditos en el fondo de la memoria.
Por ejemplo, creo oír el murmullo incesante de la máquina de coser de mi madre. Un manantial de pequeños metales picoteados, rasguidos de tela. Algún suspiro. Las madres solían expresarse con suspiros, yo hago lo mismo y la llamo ay madre cuando algo me duele.
Ay madre ¿por qué nunca te vi bailar?

Extraído de: "Fantasmas en el parque" de María Elena Walsh.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

lunes, 1 de diciembre de 2008

Mi noche triste


Percanta que me amuraste
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón.
Sabiendo que te quería,
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador,
para mí ya no hay consuelo
y por eso me encurdelo
pa' olvidarme de tu amor.

Cuando voy a mi cotorro
y lo veo desarreglado,
todo triste, abandonado,
me dan ganas de llorar;
me detengo largo rato
campaneando tu retrato
pa' poderme consolar.

Ya no hay en el bulín
aquellos lindos frasquitos
arreglados con moñitos
todos del mismo color.
El espejo está empañado
y parece que ha llorado
por la ausencia de tu amor.

De noche, cuando rne acuesto
no puedo cerrar la puerta,
porque dejándola abierta
me hago ilusión que volvés.
Siempre llevo bizcochitos
pa' tomar con matecitos
como si estuvieras vos,
y si vieras la catrera
cómo se pone cabrera
cuando no nos ve a los dos.

La guitarra, en el ropero
todavía está colgada:
nadie en ella canta nada
ni hace sus cuerdas vibrar.
Y la lámpara del cuarto
también tu ausencia ha sentido
porque su luz no ha querido
mi noche triste alumbrar.

Música: Samuel Castriota
Letra: Pascual Contursi

Gardel grabó por primera vez Mi noche triste en 1917 con el único acompañamiento de la guitarra de José Ricardo, y luego, superándose notablemente, el 24 de abril de 1930, con las guitarras de Guillermo Barbieri, José María Aguilar y Domingo Riverol.

Entre las versiones más logradas está la de Aníbal Troilo, en 1949, con su orquesta y la voz de Edmundo Rivero.

Extraído de: Cien tangos fundamentales, de Oscar del Priore e Irene Amuchástegui.



Por Aníbal Troilo y Edmundo Rivero:



Por Gardel: