El autor de Noche , su memoria de la tragedia nazi -de la que no salieron con vida su padre, su madre y la menor de sus tres hermanas-, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1986.
Después de tantos años de testimonio y ocho décadas de una vida muy peculiar a cuestas, ¿hay algún asunto en particular que hoy concentre más su atención?
-Que haya tanta violencia en el mundo, tanta injusticia. Pero también algo que la gente tiende a olvidar, y es el hambre. Hambre en el mundo. Hambre para millones de personas. El hambre es para mí como una maldición bíblica. Yo defino lo que ocurre como "la vergüenza del hambre", porque la gente que tiene hambre se suele avergonzar de eso. Pero no estamos haciendo lo suficiente para remediarlo.
-¿Qué otros asuntos lo inquietan?
-No puedo entender cómo es posible que el mundo le haya permitido a Rusia invadir y oprimir al pueblo de Georgia. O la tragedia que continúa ocurriendo en Darfur. Hay demasiado en juego en el mundo como para permanecer indiferentes. Hay demasiado para sentirnos culpables si no reaccionamos.
-Dada su experiencia de los últimos 60 años, ¿cómo combate esa indiferencia general y constante?
(Suspira) -Se trata de buscar un despertar moral. Lograr que el otro piense que, si un tercero sufre, de algún modo nosotros no estaremos completos. Que nos debemos a aquellos que sufren y que no podemos ser cómplices de una injusticia. Esa es la forma; más bien, no hay otra forma más que esa. La indiferencia, para mí, no es sólo un pecado. Es un castigo. Una persona que es indiferente a otra que sufre, es también indiferente a su propio dolor.
Está incompleto.
-Que haya tanta violencia en el mundo, tanta injusticia. Pero también algo que la gente tiende a olvidar, y es el hambre. Hambre en el mundo. Hambre para millones de personas. El hambre es para mí como una maldición bíblica. Yo defino lo que ocurre como "la vergüenza del hambre", porque la gente que tiene hambre se suele avergonzar de eso. Pero no estamos haciendo lo suficiente para remediarlo.
-¿Qué otros asuntos lo inquietan?
-No puedo entender cómo es posible que el mundo le haya permitido a Rusia invadir y oprimir al pueblo de Georgia. O la tragedia que continúa ocurriendo en Darfur. Hay demasiado en juego en el mundo como para permanecer indiferentes. Hay demasiado para sentirnos culpables si no reaccionamos.
-Dada su experiencia de los últimos 60 años, ¿cómo combate esa indiferencia general y constante?
(Suspira) -Se trata de buscar un despertar moral. Lograr que el otro piense que, si un tercero sufre, de algún modo nosotros no estaremos completos. Que nos debemos a aquellos que sufren y que no podemos ser cómplices de una injusticia. Esa es la forma; más bien, no hay otra forma más que esa. La indiferencia, para mí, no es sólo un pecado. Es un castigo. Una persona que es indiferente a otra que sufre, es también indiferente a su propio dolor.
Está incompleto.
Entrevista para La Nación.
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