domingo, 27 de julio de 2008

Especie desconocida


Me quedé asombrada mirándola. Nunca había visto un ejemplar semejante. De lejos parecía un murciélago enorme. Pero no, era una mariposa aterciopelada, negra, prendida al enrejado.
Los chicos que estaban del otro lado de la reja se acercaban a medida que se daban cuenta de esa presencia.. Algunos miraban perplejos, los más audaces se aproximaban a examinarla y llegaron a tocarla nerviosamente, con temor. El bicho respondió agitando las alas, pero sin desprenderse.
Del lado de la vereda se seguían parando curiosos. No podían creer lo que veían.
Los nenes del jardín de infantes se habían excitado: chillaban y saltaban.
Alertada, también se acercó la maestra. Era rarísimo ver eso en esta ciudad, y hasta lo sería en una selva del trópico. Tenía forma de mariposa, sí, y era grande como una paloma. Un gran crespón de terciopelo viviente. Parecía que nos quería decir algo.
_ ¡Andate!, ¡Andate! _ gritó un nene de guardapolvo cuadrillé y le tiró agua con un vasito de plástico.
Ella abrió y cerró varias veces sus alas, se desprendió lentamente de la reja, se mantuvo en el aire un momento y comenzó a elevarse, mientras los curiosos se apartaban con temor, como dándole lugar para su desplazamiento.
Se posó en la rama de un árbol, plegó sus alas y se quedó quieta, confundiéndose con una chaucha semillera. Todo el árbol de fines de otoño fue una silueta negra.
Abrió nuevamente sus alas, dejó de ser árbol y se perdió en el cielo, prendida de la mirada de niños y curiosos.
Quedó una sensación de extrañamiento y estupor. Sobrecogidos, los curiosos siguieron su camino.
Los chicos jugaban a asustarse con la mariposa. Habían hecho una de papel y la habían pintado con marcador negro.

Amanda Vistuer

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