sábado, 29 de noviembre de 2008

Fantasmas en el parque I


En mi propia calle, en frentes construidos con piedra mar del plata patagónica, han quedado incrustadas, sólo visibles con la luz al sesgo, unas caracolas fósiles llamadas ammonitas. Las busco, difíciles de distinguir en las superficies ultrajadas de grafiti, y las descubro con emoción de arqueóloga. Recuerdo los versos de Kathleen Raine: Todo lo que en mí es piedra ama la piedra, refiriéndose al origen común de todas las partículas que integran el planeta. Espirales petrificadas apenas perceptibles, vestigios de habitantes de mares y playas muertas que dejaron su huella desde el principio de los tiempos. Sagradas criaturas que el azar trajo a Palermo como fantasmas prehistóricos.


Amón era un dios a menudo representado con cabeza de carnero, y ésta es la razón por la cual se llaman amonitas ciertas conchas de la era del Secundario, en las cuales la enroscadura de las espiras recuerda la de los cuernos del dios Amón. (Heródoto)


Extraído de: "Fantasmas en el parque" de María Elena Walsh

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