sábado, 20 de junio de 2009

20 de junio de 1820


20 de junio de 1820

Doctor:
acepte este reloj como honorario.
Sólo el reloj me queda y es inútil
seguir midiendo el tiempo que se acaba.
Únicamente usted y mis recuerdos
vinieron hoy a visitarme.
¿Qué ocurre afuera? Vuelvo a oír los ruidos
de una patria incipiente y tumultuosa,
y nada puedo hacer. Doctor ¿me escucha?
Estudié en Salamanca y al volver
quise ayudar a iluminar un sueño,
ser abogado de la primavera,
pero cambié las leyes por la espada.
General de batallas y desdichas,
en Salta, Tucumán y Vilcapugio
vi resbalar la sangre de la historia.
Y en medio del fragor -arrojo y muerte-
amé con desenfreno y cobardía;
tuve hijos que no reconocí, fortunas
que deseché, amigos, camaradas,
que me quisieron o me traicionaron.
Fui, como muchos, noble y egoísta,
mas mi pecho aún se inflama si recuerdo
el día que en la orilla de aquel río,
bajo el sol vertical, entre las garzas
y unos duros soldados, orgulloso,
le ofrecí a mi país una bandera.
Doctor: siento que esa bandera me redime
del fracaso final, esta agonía.
Adiós doctor, y un último pedido:
que los suaves colores de la patria
envuelvan este cuerpo cuando muera.

Por Antonio Requeni

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