domingo, 25 de julio de 2010

Diana Bellessi


Diana Bellessi, poeta

Por Rodolfo Braceli
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010

Nuevamente, ¿qué es poesía? O, para decirlo urgente: ¿qué es poesía? ¡Pánica pregunta! Más fácil sería averiguar el dedondevenimos y adondevamos. Pero atrevámonos: ¿poesía es la sed hasta las últimas primeras consecuencias? ¿Es el verbo sin retorno, arrojándose sin red? ¿Es el marinero que quiebra adrede el eje de la brújula? ¿O, en una de ésas, es el perro que muerde la mano del amo -llorando el perro-? Por favor, ¿qué es, qués poesía? ¿Será la desesperación entusiasmada? ¿O tal vez el pensamiento menos pensado? Con estos interrogantes en la mollera llego a la casa de Diana Bellessi.


-¿Quedarte significa cansancio, falta de sed?
-Quedarse es tan hondo como irse. Cuando me quería ir vivía en un mundo donde irse era algo remoto...
-Como ser escritor o poeta.
-Igual, igual... El papá, con su mansedumbre melancólica, y la mamá, con su gesto apasionado, también querían ampliar el mundo y me empujaron a que lo hiciera.
-Ignorantes, y tan sabios.
-Sí, es que ignorancia, nanai. Más rememoro mi infancia y más sabiduría encuentro. Si en la adolescencia me sentí desligada de mi clase, fue consecuencia de esa migración mía. Pero pronto hice un retorno interior. Sentí que las cosas fundamentales ¡ya estaban ahí!


-¿Fecha de tu primer nacimiento?
-En 1946, el 11 de febrero. No quiero hacer historieta pero soy hija del peronismo emergente... Nací con comadrona: pleno mediodía, atareadamente mi papá calentaba el agua. Fui la primera hija, deseada, querida.
-Otra vez sol en tu cara.
-Algo que ahora recuerdo... yo me crié con velas y faroles de querosén... Un día volvía de la escuela a la tardecita y mi mamá me esperaba en la puerta: "¡Mirá!" Hizo clic ¡y luz eléctrica por primera vez! Jaaaa... Por supuesto que los techos de nuestro ranchito eran un colador... En invierno nos bañábamos en un fuentón, con una regadera colgando con agua tibia.


-Hablemos de las comidas.
-Disfruto comer. Me gusta hacer de comer. Las pastas me salen. Como buena tana.
-A ver, un tuco de los tuyos.
-Según lo que haiga en la cocina. Pasé por varias escuelas, la de la infancia es la más exigente; mi mamá, Elda Paván, gran cocinera. Ese tuco es con un buen estofado. Fijate que la cebollita esté a punto de dorarse, ponele la carnecita, agregale pimiento rojo, rallale un poquito de zanahoria que equilibra los gustos. El tomate, que sea natural, pimentear bien, especias, un poquito de ají molido... Bueno, después de este básico aprendí a hacer salsitas de los lugares por donde vagabundeé. Día por medio me hago una pastita yo, con tomate y ajo por ejemplo. Pero las hago incluso con repollo saltado, brócoli... Y siempre me queda rica. Dicen. Para el arroz tengo la escuela latinoamericana. Ah, y sé hacer buenos asados. Me enseñó un grande, mi papá.
-Vamos al secreto de tu asado.
-Paciencia y obsesión... Como escribir versos, jaaaa... ¡y disfrute!
-Arrimándole brasitas a la famosa página en blanco... Contame de tu condición de caminante.
-Yo era mochilera, me subía a los camiones, seguía en trenes, en autos. Así hice un viaje como de seis años, tenía 24. Llegué a Chile, me encontré con la campaña de alfabetización de Salvador Allende, me quedé un tiempo ahí y seguí, agarré los Andes por el Pacífico y no paré. Hice todo tipo de trabajos: obrera metalúrgica, ayudante de pintor, hasta contrabandear jaaaa...


Diana, en tu poesía atravesada por una metafísica de médula, de pronto la palabra "revolución". ¿En qué consiste esa revolución?
-En la distribución de la riqueza y de las responsabilidades; en la celebración de la diversidad; en el reconocimiento de la belleza de lo útil y de lo aparentemente inútil como alimento del alma humana; de darnos cuenta de que sólo en la relación nos expresamos, y que el cerrojo del sentido es el amor... La felicidad nos vuelve generosos; si tuviéramos vidas dignas y fuéramos educados en mecanismos de autorregulación donde halle su lugar el exceso liberador y la conciencia del cuidado, sería posible que ese mundo diferente adonde la continua revolución nos lleve se manifieste para volver a cambiar, una y otra vez.
-A esa revolución, ¿la creés posible o es una expresión, una desesperación de deseo?
-La creo realmente posible; más aún, diría que la sola existencia del anhelo le otorga ya su virtualidad posible.
-A la sangría de los años 70 se la suele archivar como fracaso sin retorno.
-Fracasar también significa aprender, mejorar los sueños y los caminos para acercárseles. Engorda la tierra, que siempre vuelve a brotar y nos asombra con sus creaciones, sus accidentes, como la historia.
-¿Soñás con un mundo mejor o con un mundo diferente?
-Sería fácil decir "diferente". Pero si "mejor" significa mejorar las vidas humanas y no empeorarlas de otra manera, si generaciones de niños no fueran sacrificadas día a día, le daría la bienvenida a un mundo mejor y guardaría en un escapulario, cerquita al pecho, el sueño de un mundo diferente, para que no se me olvide. A veces nos acercamos al sueño, y otras, las más, sólo a su pesadilla.

Fragmentos de la entrevista de Rodolfo Braceli a Diana Bellessi.

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