domingo, 22 de agosto de 2010

Hugo Guerrero Marthineiz


Acorralado por el desempleo, el prócer de la radio habitaba un monoambiente, y un día tuvo que rematar sus tesoros tecnológicos para pagarse el pan: consola de sonido, minidisc, micrófonos. Después, ya no alcanzó y allá por 2007, a los 83 años, se ofreció para dar charlas a domicilio por lo que quisieran pagarle. Entonces, le contó a Clarín lo que disfrutó cuando un anfitrión le dio 500 pesos: “Hacía un año que no veía tanta plata junta”, se sinceró. Más tarde, no hubo forma de pagar el alquiler, y lo desalojaron. Durmió donde podía, hasta que el mes pasado se lo encontró malnutrido e internado en un hospital neuropsiquiátrico: triste, solitario y final. Pero, nunca es el desenlace el punto que define la existencia de un hombre. Tampoco la de Hugo Guerrero Marthineitz, el peruano que anduvo de romance con la vida, a su manera.

Diario Clarín, 22 de agosto de 2010