viernes, 19 de febrero de 2010

Ariel Ramírez (1921-2010)

En 1941 Atahualpa Yupanqui vino a la pensión de estudiantes donde yo vivía en Córdoba con mis amigos Raúl y Chonchón Mothe. No sé cómo vino: creo que era conocido de ellos. Yo, por supuesto, me senté al piano y le toqué todo. Me escuchó con mucha atención y en una de esas me dijo: 'Tóquese una zamba'. 'Zambas no sé', le dije. 'Me falta ir al norte para aprender con los guitarreros del lugar. Pienso hacerlo apenas junte unos pesos'. Al día siguiente me mandó a la pensión un pasaje de tren a Jujuy, un billete de diez pesos, la indicación de un hotel donde cobraban dos por día y los nombres de tres personas que podían ayudarme. Le dije chau a LV3, me fui a Jujuy y el primero nomás que llamé me llevó con él a Humahuaca y me instaló en su casa". Era el musicólogo Justiniano Torres Aparicio. Ramírez se quedó un año en su casa y viajó por Tucumán, Salta, Jujuy y Bolivia.
Siempre con el objetivo de seguir aprendiendo los secretos del folclore, también vivió en la región cuyana, sobre todo en Mendoza. "A los pocos días de llegar a Tucumán compuse La tristecita. Cuando la dueña de casa oyó lo que estaba tocando, me dijo: 'Pero qué zamba tan tristecita'. Y así quedó. Cuando Ricordi me la editó sentí la mayor satisfacción de mi carrera". Esa zamba estuvo, en 1946, en el primero de los 21 discos que grabó para la RCA Víctor.


Texto extraído de "La Nación", 19/02/2010

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